Hoy me ha atendido un funcionario. Reconozco que entraba a la institución con un leve sudor frío de desconfianza y la ignorancia propia del ciudadano medio. Me ha atendido con una sonrisa, con cortesía y profesionalidad. Y lo que es es mejor, me ha dado una muy buena recomendación para ahorrarme un dinerillo que la verdad, me venía muy bien.
He salido victoriosa, con ganas de invitarle a un café al menos por el consejo. El día era brillante y los pajarillos me saludaban a la pasar (vale, eso no es cierto pero ya sabéis a qué tipo de sentimiento me refiero). Yo era una clienta satisfecha y salía con una experiencia de «compra» muy superior a las expectativas que tenía sobre el servicio.
En nuestro negocios y día a día quien hace la marca o el producto no son las campañas publicitarias, ni las políticas de calidad que implantemos: son las personas. La persona que decide ser un profesional y dar a su cliente una experiencia de compra acorde con sus necesidades y si puede ser superior a sus expectativas. Ni más ni menos.
Cuando estés pensando en tu marca, en tu empresa o en tu nuevo proyecto relájate con esos planes de empresa interminables y estrategias comerciales. Deja de pasar horas maquinando y pregúntate: ¿son las personas de mi empresa capaces de dar soluciones? ¿qué hacen realmente (porque una cosa es lo que dicen las normas y otro la realidad)?. Bájate de tu pedestal y mira a los ojos a tu cliente: ¿te sonríe?